Déficit de atención, ansiedad o depresión: los efectos en los niños del uso inadecuado de dispositivos electrónicos

 

La supervisión de los padres debe estar enfocada al control del tiempo frente a las pantallas y a vigilar el contexto de su utilización.

 Es normal decir en las conversaciones de adultos que los dispositivos electrónicos “son una prolongación de nuestro dedo pulgar”. Es una realidad. Observando a nuestro alrededor, vemos como mujeres y hombres fijan su mirada a sus móviles para consultar internet, ver series, películas, programas de televisión, jugar con los videojuegos, chatear a través de WhatsApp, subir fotos a las redes sociales… Hasta aquí, el mundo digital adulto. Pero en él también se mueven los niños y jóvenes. Y, según los expertos, con dedicación y, en ocasiones, un perjuicio para su salud.


En 2020, la Universidad Complutense de Madrid (UCM), miembro del consorcio del Safer Internet Centre Spain (SIC-Spain), coordinado por el Instituto Nacional de Ciberseguridad de España (INCIBE), desarrolló un informe sobre los datos del primer barómetro realizado en 2019 para analizar las expectativas y los hábitos de uso y consumo de los dispositivos móviles (smartphones y tabletas) y sus aplicaciones en niños de la generación Alpha, nacidos a partir de 2010 en España. El estudio, longitudinal con una periodicidad anual, contó con población infantil de siete, ocho y nueve años. Entre las conclusiones de este análisis destaca el hecho de que los niños y las niñas Alpha disponen de un mayor acceso al empleo de tabletas que de smartphones: mientras el total de los menores de la muestra disponen de tableta, solamente el 50,9% de los mismos tiene disponibilidad de un smartphone. La utilización que hacen de este tipo de dispositivos electrónicos es para jugar preferentemente; entre los niños, los videojuegos escogidos son de coches, lucha y deportes, mientras que en el caso de las niñas los juegos están vinculados a pintar, animales, y aprender.


Más recientemente, la revista Pediatría Atención Primaria, de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, ha publicado el artículo Análisis del temperamento infantil relacionado con el uso de pantallas, que describe el tiempo invertido y su relación con los rasgos temperamentales y del comportamiento del niño. La investigación se ha llevado a cabo con 212 niños, de 0 a 10 años, del centro de salud Revolería y Torrero-La Paz de Zaragoza, desde junio de 2019 a febrero de 2020. La evaluación del temperamento infantil se realizó con Emotionality Sociability and Activity (EAS) Temperament survey (adaptación española) y el acceso y participación de estos niños se hizo a través de la consulta de Pediatría de Atención Primaria. Las conclusiones obtenidas de este estudio revelan que la mayoría de la muestra está expuesta más de una hora al día a las pantallas, tiempo que aumenta incluso en las edades superiores. La principal conclusión es que “a mayor tiempo de exposición existe una mayor probabilidad de crear adicción y, a la vez, de padecer síntomas como el déficit de atención-hiperactividad, depresión, ansiedad y cambios en el patrón de sueño”.


La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Academia Americana de Pediatría recomiendan evitar por completo las pantallas entre 0-2 años, no superar la media hora o una hora diaria de 2 a 12 años, no más de hora y media de 12 a 15 años y no más de dos horas a partir de 16 años. Sonia Álvarez Fernández, psicóloga clínica y coordinadora del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Niño y el Adolescente en el Hospital Infantil Universitario Niño Jesús (Madrid), apunta que “se produce adicción específicamente a los videojuegos, según el CIE-11 (Clasificación diagnóstica de Enfermedades), cuando hay un deterioro en el control de la frecuencia, intensidad, duración y contexto de empleo, otorgándole prioridad frente a otras áreas de su vida, a pesar de que tenga consecuencias negativas en su ambiente familiar, personal, social, educativo u ocupacional”.


Diversos estudios muestran una asociación entre el tiempo dedicado a las pantallas y distintos factores de la salud física y mental: sedentarismo, obesidad, miopía, dificultades de sueño, síntomas depresivos o baja calidad de vida. “Se ha observado una asociación parcial con problemas de conducta y/o regulación emocional, ansiedad, hiperactividad e inatención, baja autoestima y bajo bienestar global, entre otros. Asimismo, se han observado efectos negativos en el desarrollo cerebral y funciones cognitivas con su uso en etapas tempranas del desarrollo”, sostiene Álvarez.



El papel de los padres

El papel de los progenitores es crucial para que la población infantojuvenil haga una utilización adecuada de cualquier tipo de dispositivo. Lefa S. Eddy, secretaria de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría (SPI-AEP), mantiene que “es importante que les eduquemos para que hagan un empleo responsable de ellos; no hablo solo de páginas de pornografía sino también de aquellas en las que se hace apología de autolesionarse, de malas conductas alimentarias, etcétera”.


Eddy opina que los padres, en general, no están los suficientemente preparados para acompañar a sus hijos en este ámbito: “Creo que las siguientes generaciones lo estarán mucho más porque los dispositivos han estado en su día a día desde pequeños, aunque no se puede generalizar. Se utiliza poco el control parental que hace que a las diez de noche se acaba el wifi en el móvil del niño”. La experta es partidaria de que los niños usen el móvil: “No se les da demasiado pronto. Un niño de 11 años puede tener uno, pero con control parental. Si el menor está acostumbrado a que sus padres mantengan ese control, no habrá pataletas después. Sin embargo, si le das un móvil por primera vez a los 14 entonces no va a aceptar ninguna vigilancia porque nunca lo ha vivido y a esa edad uno no quiere estar controlado. Así que considero que es mejor que tengan pronto un móvil con muy pocas aplicaciones y un buen control por parte de los padres”.


La doctora considera que “en edades tempranas no deberían presentarse adicciones asociadas a la interacción con estos dispositivos. Los padres deben tener la suficiente autoridad para evitar estas situaciones y darles alternativas. En la adolescencia, ya es distinto. Es necesario llevar a cabo una labor de prevención y apoyarles para que se sientan con la capacidad de tener esa autoridad. Me sorprende cuando dicen que no hay manera de quitarle el móvil”. Cuando los padres observen que sus hijos utilizan excesivamente los dispositivos es necesario consultar con el pediatra de Atención Primaria. En estos casos, añade, “se realizan terapias cognitivo-conductual y desde la psiquiatría ambulatoria se trabaja en la prevención en aquellos casos que presentan conductas disfuncionales. En niños o niñas que invierten más de 8 o 10 horas en el ordenador, no salen de casa, no se comunican con su entorno, estaríamos hablando ya de adicción”.


Durante este tiempo de pandemia, niños y adolescentes han pasado más tiempo en casa, lo que ha supuesto un incremento del uso de pantallas, tanto para fines educativos como de entretenimiento y de relación con otras personas. La psicóloga Sonia Álvarez Fernández cree que esto puede haber tenido algunos efectos beneficiosos, “al facilitar su labor escolar y su relación con iguales en tiempos de distancia social”. Sin embargo, continúa, “se puede crear un hábito difícil de cambiar y que puede acompañarse de distintos trastornos”. Álvarez aconseja a los progenitores acompañar a sus hijos cuando usen sus smartphones, tabletas u ordenadores y recomienda, como dice la OMS, “que los niños menores de cinco años pasen menos tiempo sentados mirando pantallas y aumenten su actividad física mediante juegos”. En niños y adolescentes, mantener la supervisión del adulto limitando el tiempo, que el contenido sea adecuado a su edad y que tengan una visión crítica de la información que les llega a través de las redes sociales. “El adulto ha de servir de modelo para el niño mediante un empleo adecuado de los dispositivos”, termina la experta.





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