Experiencias de Vida


Mar Zoydo nos enseña una pequeña muestra de los cuadros que pinta para que podamos disfrutar de ellos















"Prejuicios" de Carlos Ramírez Gallego

Carlos Ramírez Gallego, usuario de CRL Puente de Vallecas, es escritor de poesía y narrativa. Actualmente tiene publicado su primer libro “Palabras con vocación” Carlos se jacta de haber velado sus primeras armas literarias en los talleres públicos de su barrio, Vallecas, en cuyas aulas se debaten, se contrastan, se hacen públicos, se someten a crítica o halago los textos literarios en cuestión. En una palabra, donde mejor se aprende a escribir: en grupo. Como en una hermosa canción dice Joaquín Sabina “los pies en el barrio y el grito en el cielo”.  “Ramblas en la luna”, añade el mismo genio por si quedara alguna duda.
Ahora y en exclusiva para Abiertemente nos escribe esta reflexión sobre los Prejuicios.

Prejuicios

En la novela ya clásica Moby Dick -llamadme Ismael, así comienza- el protagonista, Ismael, arribado a un puerto extraño y alejado de su patria, se ve en la circunstancia difícil de hallar, antes de que llegue la noche, un hostal para dormir, cosa que al cabo de mucho buscar finalmente consigue, pero con la dificultad añadida de que tiene que compartir cama con un indio de al menos dos metros de altura y el cuerpo todo lleno de tatuajes, la cabellera larga y como una selva loca, hablante de otros idiomas además, no el suyo. Antes de acostarse -no le queda otra opción- pasan por su cabeza miles y miles de peligros, amenazas, muertes, miedos, puñales… hasta que, finalmente, tras haber dormido un poco, solo un poco, amanece y se hace cuenta y cargo de que todo sólo han sido imaginaciones suyas. No ha pasado nada ni tiene por qué pasar nada. 

Este hecho que en la novela nos pinta y narra el autor, Herman Melville, nos habla gráfica y abiertamente del prejuicio, de todos los prejuicios existentes. No podemos conocer a nadie si cabalmente no le hemos tratado antes, y no nos puede dar miedo nadie si previamente no le conocemos. Tener prejuicios sobre las personas solo consigue alejarnos de ellas, poner muros y barreras en las relaciones humanas. Lamentables muros y barreras.


                                                                                                                                      Por Carlos Ramírez





Miguel Hernandez, usuario de  CD Centro de Día de Vallecas nos muestra muy artística y gráficamente como afrontó el confinamiento dando rienda suelta con el lápiz.

 Para mí el confinamiento, el estar encerrado, la falta de comunicación, el aburrimiento, etc… has sido como si fuera una pesadilla. Así que un día se me ocurrió, pedir unas láminas de dibujo y me puse a dibujar, y así parece que desde ese día se me hizo más llevadero el tiempo….. Aquí os dejo el resultado.

Por Miguel Hernández Vázquez.



Trastorno de la personalidad no especificado y trastorno ansioso-depresivo

Me llamo Andrea Gracia y tengo Trastorno de la personalidad no especificado y trastorno ansioso-depresivo (en concreto ansiedad social). 

¿Sabéis cuando lleváis un rato haciendo ejercicio y llega un punto en el que no puedes más pero aun así sigues porque ya falta poco para terminar la tabla de ejercicios? Pues así es mi día a día: esforzarme a cada minuto un poquito más para conseguir llegar al día siguiente sana y salva. 
Desde bien pequeña mis gustos y actitudes han sido muy cambiantes, pero no fue hasta que llegué a bachillerato donde empecé a darme cuenta de que esa intermitencia no solo se aplicaba a mis gustos, sino que también a mis relaciones interpersonales y en el ámbito profesional de mi vida. 
Mis amigos y amigas se fueron a un instituto diferente al que fui yo, así que después de estar desde los 3 años rodeada de la misma gente, tuve que enfrentarme a un ambiente muy distinto al que ya estaba acostumbrada, sumándole la presión de tener que hacer las cosas bien —tanto académica como socialmente—. 
Finalmente resultó haber gente muy agradable en este nuevo curso con la que estreché lazos bastante rápido, pero estos lazos que creía fuertes se acababan rompiendo de un día para otro. Pasaba de la admiración extrema al odio y el reproche irracional. Evidentemente, esto no hacía ningún bien a mis relaciones (ya sean de amor o amistad) y la gente se acababa alejando de mí, porque aunque en ese momento en mi cabeza todo tenía sentido y notaba que todo el mundo se ponía en mi contra, las personas de mi alrededor no entendían cuál era el motivo que había detrás de todos estos conflictos que realmente salían a raíz de mis propios pensamientos intrusivos. 
Estuve meses luchando sola conmigo misma porque no entendía mis cambios de humor, mi impulsividad y la intermitencia en todos los sentidos de mi vida. Tenía miedo de exponer lo que me pasaba por si la gente se alejaba de mí o directamente no se molestaran en conocerme por miedo a que un día les diga adiós sin motivo aparente (aunque repito, en mi cabeza todo tiene sentido). El hecho de reprimir mis miedos y el caos que tenía dentro de mí terminó pasando factura, y acabé exteriorizando el dolor en forma de autolesiones físicas. Mi día a día se convirtió en un juego del escondite para que mis padres y mis dos mejores amigas no viesen como se estaba llegando a torcer todo este asunto del que todavía no teníamos idea de qué era o a qué se debía. 
Esto no se vio afectado solamente en mis relaciones interpersonales, sino que también lo sufría a nivel académico y laboral: en tres años inicié tres formaciones académicas que resultaron fallidas, a la vez que los puestos de trabajo que encontraba no me duraban más de un mes. Y, aunque para mí este no era el problema que más me costaba afrontar, fue lo que hizo que mis padres notaran que algo en mí no iba del todo bien, así que pedimos ayuda en el CSMA de Mollet. 
Después de muchos test de personalidad, pastillas recetadas que me sentaban mal, sesiones grupales para conocer a más personas que sufrían algo parecido a lo mío y aprender a controlar las crisis de ansiedad, visitas incansables al psiquiatra y la psicóloga y varias recaídas, por fin llegamos a mi diagnóstico: trastorno de la personalidad no especificado, trastorno de ansiedad social y depresión.
Durante todos estos años en los que he estado en tratamiento he tenido etapas eufóricas y etapas depresivas, y en estas etapas depresivas (que no son pocas) la idea del suicido está muy presente en mí, lo que hace que mi día a día se convierta en una lucha constante, que desgraciadamente perdí el año pasado y finalmente intenté suicidarme. 
Me llevaron a urgencias gracias a una amiga que le explicó la situación a mis padres, y cuando la psiquiatra me preguntó por qué lo hice, mi respuesta fue “para llamar la atención de mis padres”. Evidentemente, esta respuesta era falsa, lo único que quería era que me dejasen ir y estar recluida en mi habitación. 
Como llegué tarde para la limpieza de estómago, después de la sobredosis estuve una semana haciendo cosas de las que no era consciente y sufriendo alucinaciones que todavía recuerdo. 
Hoy en día continúo con mi proceso de recuperación que conlleva cosas negativas como los conflictos de los que ya os he hablado y personas que cuando ven un resquicio de algo negativo se alejan de mí. Pero no todo es malo, ya que la vida también me ha presentado a personas que sí se esfuerzan por entenderme y se mantienen a mi lado a pesar de mis recaídas, ya que comprenden que es una parte más de mí y que existe la posibilidad de recuperarse de todo esto. Es muy importante encontrar soporte en terceras personas y saber detectar cuando te hacen bien y cuando no, porque al fin y al cabo nuestro entorno influye mucho en nosotros mismos y es primordial tener una relación sana con quien nos rodea, y desde mi experiencia personal, realmente lo que más me ha ayudado es ver que también hay gente que no te deja de lado y ven todo esto como una experiencia de vida más. 
A día de hoy yo sigo con la lucha social y la normalización de la palabra “suicidio” porque si no fuese un tema tabú, podríamos pedir ayuda sin miedo a ser juzgados o juzgadas. Así que aunque para mí una sociedad que no le teme a la palabra “suicidio” de momento es un mundo idílico, os animo a que si alguien os habla de ello abiertamente, evitéis pensar que es un grito de atención porque realmente es un grito de auxilio.


Fuente:



Agradecimientos y petición. Por Pedro Rodríguez ( Socio de ALUSAMEN) 

En primer lugar agradecer a la organización ALUSAMEN por darme voz en el día de la SALUD MENTAL.

Tengo 63 año, estoy jubilado y me llamo Pedro Rodríguez Hidalgo (pongo mi nombre para hacerme más visible).

Desde niño he sufrido TOC (Trastorno obsesivo compulsivo) y depresiones. Mi infancia la recuerdo con tristeza.

Fue a partir de los 23 años cuando empezaron a tratarme con fármacos.

Durante mis 45 años laborales lo he ido sobrellevando de forma ambulatoria, pero nunca tuve una baja por mis trastornos mentales. Son embargo fue en enero de este año, que me jubilé cuando caí en picado y me diagnosticaron “doble depresión”.

Fui ingresado en 3 ocasiones porque no respondía a ningún fármaco. Estos ingresos me han marcado mucho porque me sentía muy estigmatizado.

Desgraciadamente he estado ingresado por CORONAVIRUS y fue allí donde el equipo de Psiquiatría me recetó un medicamento que me ha devuelto las ganas de vivir.

Esta sociedad quiere tapar el problema de los trastornos mentales, pero hay personas que sufren tanto que piensan hasta en el suicidio (a mí se me ha pasado por la cabeza alguna vez).

La población general no sabe lo que es una depresión hasta que la padecen. Sufres marginación en el trabajo, diciendo que estás mal de la cabeza.

En mis ingresos he visto la falta de recursos económicos, médicos, psicológicos y sociales que necesitamos para poder convivir con nuestra enfermedad. Por eso quiero pedir a los poderes públicos que inviertan en SALUD MENTAL, porque forma parte del bienestar social de las personas.

¡¡¡ EXISTIMOS. AYÚDENNOS!!!

Me despido no sin antes agradecer la atención que prestan los profesionales en Salud Mental, y en especial a ALUSAMEN, que siempre está a nuestro lado. 


Mi experiencia en "La pandemia" por P.R. CD Vallecas

P.R es un usuario de el Centro de Día de Vallecas y se expresa de la siguiente manera cuando se le pregunta por como lo ha pasado durante el confinamiento en la época de "Pandemia" por el COVID 19.

    Pues con todo esto… yo no lo he pasado ni bien ni mal, aunque pienso que, si no te dedicas a hacer tareas en casa, o cualquier otra cosa, hubiera sido peor. desocupado, los días se hubieran hecho más largos.

    A veces he sentido cierto temor pensando en que algún familiar se contagiase pues, si así fuera, además de lo que les pudiese pasar, tienes que hacer cuarentena, y eso ya es otra historia. durante el confinamiento estás como enjaulado.

    Aunque ahora también un poco, con la distancia social, la pérdida de relaciones sociales con algunas personas, sin comunicación cara a cara, …y siempre andas con cierto temor por los contagios.

    Además las familias han estado separadas, y muchas mujeres han sufrido mas violencia de género…


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